Cenando a la mesa del Maestro

� Copyright 1997, 2006 - Paul D. Norcross Todos los derechos reservados. Permision granted to freely copy en Espanol if copied in the entirety. Also Publicado a www.KingdomFaithMinistries.Org . 15 Cenando a la mesa del Maestro: Aprendiendo a oír la voz del Señor Escuchando Su voz Una noche fue especialmente memorable. Terminé una patrulla sobre el puente a medianoche, pero no me podía dormir. Tenía mucha energía luego de cuatro horas casi continuas de hablar en lenguas mientras realizaba mis obligaciones laborales. En esos tiempos casi siempre el océano estaba tranquilo sin ningún otro barco cercano a nosotros. Era fácil hablar en perfecta alabanza a Dios y orar por mis compañeros hermanos en Cristo que estaban bajo cubierta. Cuando llegó el tiempo de ser relevado, dejé de caminar por los compartimentos superiores y busqué la comunión con el Señor antes de irme a dormir. Encontré un “bollard” y me senté. Un “bollard” es una larga protrución parecida a una cañería que se hierge hacía arriba de la plataforma; va cubierta con una platea acerada de unas 24 pulgadas de alto; se usa para atar líneas de amarras cuando el barco está atracado y atado al muelle. Los “bollards” son posicionados justo a las líneas de borda de cada embarcación y forman un asiento perfecto para visualizar el océano pasando justo al lado. Sentarse en un “bollard” en el mar es similar a la costumbre oriental de sentarse bajo un árbol de roble-es un lugar pacífico para reflexionar en medio de la turbulencia del medio ambiente marino. Aunque por ahora había otros miembros de la tripulación y un oficial que habían nacido de nuevo, no había ninguno a quien yo podía recurrir para consejería espiritual. Pero sentado sobre el “bollard” aquella noche, aprendí algo que nunca olvidaré. Comencé a derramar mi corazón delante del Señor. Extrañaba a Rita, estaba cansado de varias semanas en el mar. Estaba contento pero me sentía decaído. En un punto de mi conversación a Dios, una voz interior me dijo que mirara arriba a las estrellas. Eran bellas y la luna brillaba como nunca la había visto. Con una voz tranquila que yo sabía que no eran mis propios pensamientos, el Señor dijo: “¿Paul, ves las estrellas allí arriba? ¿Ves la luna?” Hizo una pausa y luego dijo: “Las puse allí para ti.” Yo me derretí. Dios me estaba re-asegurando que Él siempre estaba allí y que mi vida era importante para Él. Yo sabía por el Salmo 19:1-6 que las estrellas y los planetas estaban en sus posiciones por el propósito específico de anunciar los planes divinos. Pero nunca había pensado cuán particulares eran para mí y para todos los hijos de Dios. Pero aún más importante, era la primera vez que yo claramente sentí la voz del Señor para mí. Hasta este día, aun cuando hoy paso tiempo con el Señor todos los días y atesoro Su voz para mí tanto como lo hice aquella noche, este incidente todavía está entre los recuerdos más preciosos del amor que Dios tiene para mí. En Mateo 10:30 y Lucas 12:7 las Escrituras declaran que el Padre tiene numerados los cabellos de nuestras cabezas. ¿Podrá Él tener menos interés acerca del gozo y del fuego en nuestros corazones?

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