Cenando a la mesa del Maestro

� Copyright 1997, 2006 - Paul D. Norcross Todos los derechos reservados. Permision granted to freely copy en Espanol if copied in the entirety. Also Publicado a www.KingdomFaithMinistries.Org . 14 Cenando a la mesa del Maestro: Aprendiendo a oír la voz del Señor Capítulo 1 Cómo aprendí a oír la voz del Señor Rita y yo estábamos recién casados en diciembre de 1975. Luego de unas pocas semanas juntos, ella regresó a su escuela de enfermería para el semestre de primavera y yo continué mi entrenamiento en la naval. Durante la primavera, fui asignado como oficial de artillería de una fragata. Rita se unió a mí para re-iniciar vida matrimonial juntos en Norfolk, Virginia en mayo de 1976. Así pensábamos nosotros. El 6 de junio el barco fue asignado para viajar por el Mediterráneo por 6 meses. Oramos hasta ponernos azules de la cara pidiendo al Señor que la misión se suspendiera de alguna manera. Sin embargo, en la fecha establecida, zarpamos y nos dirigimos hacia el canal del puerto por lo que nos parecía una eternidad para recién casados. Luego de unos pocos días de trabajo extremadamente agotador junto con mi división de 20 hombres, mientras observábamos desde el puente por la noche, sentí que moriría espiritualmente si no comenzaba un compañerismo Bíblico a bordo. Le pedí al Señor una persona con quien compartir la Palabra ese día. Por la tarde, un joven marinero y yo hablamos durante mi trabajo en el centro de información de combate del barco. El estaba interesado acerca de lo que el Señor podría enseñarle y establecimos una fecha para que por dos noches seguidas nos reuniéramos a compartir la Palabra de Dios en nuestro tiempo libre. El tiempo pasó y yo no había visto a “Ratón”, cuando se pasó lista a la tripulación en los días siguientes. Cinco minutos después de la hora establecida para reunirnos, él no había aparecido y comencé a preocuparme. Acomodado en el estrecho espacio de mi oficina de artillería, comencé a leer mi Biblia. De pronto, la puerta sonó y entró Ratón con un amigo al cual había testificado después de nuestra conversación inicial. ¡Nuestra primera reunión de camaradería comenzó! Para fines del siguiente año, convirtió este comienzo en tres grupos activos con cerca de 30 maravillosos santos. No todo era rosas. El trabajo ere demandante, y a menudo, duraba 20 horas al día o más, siete veces a la semana. Cada miembro de la fraternidad tenía trabajo que hacer todo el día. Establecer un horario era imposible y rápidamente aprendí a preguntarle al Señor al final de cada reunión cuando debería ser la próxima. Él siempre inspiró una respuesta y era una fecha para la cual todos podíamos asistir. A veces sólo teníamos una reunión por semana. Otras veces, serían cuatro o cinco. Pero al preguntarle, el Señor siempre tenía una fecha. Aprendí por la vía difícil que preguntarle a Él siempre da fruto. Decidir por mí mismo, solamente trajo resultados problemáticos.

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