Cenando a la mesa del Maestro

� Copyright 1997, 2006 - Paul D. Norcross Todos los derechos reservados. Permision granted to freely copy en Espanol if copied in the entirety. Also Publicado a www.KingdomFaithMinistries.Org . 81 Cenando a la mesa del Maestro: Aprendiendo a oír la voz del Señor II Samuel 1:25-27 ¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! ¡Jonatán, muerto en tus alturas! Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce, Más maravilloso me fue tu amor Que el amor de las mujeres. ¡Cómo han caído los valientes, Han perecido las armas de guerra! El amor de Jesús por ti es el más grande amor que tú puedas tener en la vida. Tu eres el objeto de Su amor; la razón por la qué Él permitió ser llevado a sufrir una tortura insoportable y morir con tal gozo, que es algo totalmente incomprensible para nosotros. Él nos pide que permanezcamos firmes ante Él, tener consejo con Él y oír Su voz. Nos pide que seamos Sus amigos, para ligar nuestras almas junto con Él como Jonatán y David y con una profundidad y un grado tal, que sobrepase el amor de un esposo por su esposa. El amor de Jesús por nosotros Oí hablar una historia una vez acerca de un joven que estaba siendo perseguido por los callejones de la parte de atrás de la ciudad. Una banda lo perseguía, y cuando él corrió al callejón abajo para escapar, se dio cuenta de que no había ninguna salida. Él no podía darse la vuelta. Hacerlo así hubiera significado su captura y muerte segura. Tenía que apretar hacia adelante. Cuando así lo hizo, él atisbó una casa solitaria disimulada entre los edificios de la ciudad. Una luz brilló en la ventana, y el muchacho corrió con todas sus fuerzas hacia allí. Brincando a zancadas, golpeó a la puerta desesperadamente, anhelando escapar de sus perseguidores. Aterrado, miró sobre su hombro al oír pasos que corrían hacia él. La puerta se abrió, y un anciano sin mediar palabra, metió al joven adentro. El anciano cerró con llave la puerta detrás de él y metió al muchacho en un armario en la parte más arriba de la casa. "Estás seguro aquí, hijo," dijo el hombre viejo. El muchacho se metió dentro del armario, con su pecho todavía muy agitado por el miedo. Unos fuertes golpes en la puerta delantera hicieron temblor el corazón del muchacho, cuando el viejo se dirigió hacia abajo a la puerta. La casa quedó callada en todo sentido, menos el terror en el corazón del muchacho. Al joven le pareció que una eternidad pasó, hasta que pudo oír el paso lento y firme del viejo subiendo por los escalones. "Si ellos me encuentran, me matarán," gritó el corazón del muchacho una y otra vez; sin embargo los pasos firmes del viejo subiendo los escalones lo tranquilizaban de algún modo. Finalmente, el viejo abrió la puerta del armario, y le dijo al muchacho que él estaba seguro, ya que los perseguidores se habían ido. “¿Que les dijo Usted?” balbució el joven incrédulamente. Con ojos llenos de amor, el viejo replicó, “Les dije que ellos no tenían derecho sobre ti, que tu pertenecías al Rey.” “Pero ellos nunca dejarán de perseguirme, ellos deseaban mi sangre,” exclamó el muchacho, todavía temblando del miedo. Con una voz suave, el viejo dijo al joven, “Todo está bien ahora, ellos se fueron satisfechos. Les di a mi hijo en tu lugar.”

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