Cenando a la mesa del Maestro

� Copyright 1997, 2006 - Paul D. Norcross Todos los derechos reservados. Permision granted to freely copy en Espanol if copied in the entirety. Also Publicado a www.KingdomFaithMinistries.Org . 67 Cenando a la mesa del Maestro: Aprendiendo a oír la voz del Señor Deuteronomio 8.3 Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. Una lección que Israel necesitó aprender para tener éxito en la tierra prometida era oír y obedecer la revelación. ¿Cómo puede estar el Señor a cargo cuándo el pueblo se niega a escuchar Sus órdenes? ¿Cómo puede el Capitán dirigir Su ejército cuándo el pueblo no obedece Su voz? ¿Cómo traerá Él la victoria a la iglesia, hoy en día, sin que cada vida se disponga a oír Su voz y aprenda a actuar de acuerdo a lo oído? Cuando Moisés ordenaba al pueblo, lo hacía por revelación. La Biblia todavía no había sido escrita. Los mandamientos de Deuteronomio 8:1 vinieron como revelación a Moisés para el pueblo. En el tercer versículo, el Señor declaró que la razón entera para la prueba del desierto era aprender esta verdad: ¡El hombre necesita vivir por la revelación diaria del Señor! El lector reconocerá este versículo como el que Jesús le citó al diablo en Mateo 4:4: “Pero Él contestó y dijo: escrito está, no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra [rhema] que sale de la boca de Dios.” El hombre debía aprender a vivir por la revelación diaria del rhema. Si el pueblo hoy quiere conquistar su tierra prometida, debe hacerlo por el maná de la revelación por Dios. Esto es un entrenamiento básico para la iglesia hoy en día. Es entrenamiento para la guerra espiritual. El orgullo y revelación no se mezclan La razón por la que Israel no oía la voz del Señor era orgullo. Ellos quisieron argumentar con Dios y tenían corazones rebeldes. El orgullo siempre contradice a Dio y frustra la recepción de Su revelación. Hebreos 3:7-19 Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres; me probaron Y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los salieron de Egipto por mano de Moisés?

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