Cenando a la mesa del Maestro

� Copyright 1997, 2006 - Paul D. Norcross Todos los derechos reservados. Permision granted to freely copy en Espanol if copied in the entirety. Also Publicado a www.KingdomFaithMinistries.Org . 18 Cenando a la mesa del Maestro: Aprendiendo a oír la voz del Señor que había apagado los fusibles del cuarto mientras estábamos dando la clase “para jugarnos una broma.” Bueno, los electricistas saben lo que están haciendo con los fusibles. ¡Él estaba asombrado cómo fue que las luces del circuito ni siquiera parpadearon aun cuando los fusibles fueron completamente removidos! Yo me regocijé. Decidí ignorar la acción insubordinante. Ya el Señor le estaba dando convicción a él. Aprendiendo a no decepcionar a Dios Una tarde habíamos anclado en el Golfo de Solum en las afueras de la costa de Libia. Era un punto relativamente alto en aguas internacionales en las cuales tanto los navíos de la Unión Soviética como los nuestros, solían anclar para hacer reparaciones y para mantenimiento de los barcos. A una milla a estribor nuestro, ancló otro destroyer de nuestro escuadrón. Este barco tenía al comandante de escuadrón a bordo, un almirante que había sido invitado a visitar nuestro barco ese día. Pero había un problema. Los helicópteros de ambos barcos estaban fuera de uso por mantenimiento y el mar estaba muy agitado para viajar en un bote pequeño. El almirante estaba en problemas sin un medio de transporte. Yo estaba caminando por cubierta por la zona de la popa. Me aproximaba a mi oficial ejecutivo y a mi oficial de armas, los cuales estaban en la baranda mirando hacia el otro barco. En el momento que me acerqué al XO, él levantó su brazo y dijo: “¿No sería grandioso ser capaces de calmar el mar?” Yo no sabía si él lo había dicho sólo para burlarse de mí, o si lo dijo en serio, pero en ese momento el Señor me dijo que lo hiciera-ordenar al mar y al viento que se calmaran. “Pero Señor,” yo dije. “¿Y si no pasa nada? Mis oficiales superiores pensarán que estoy loco y me lanzarán fuera por la borda.” Rápidamente el Señor respondió y dijo, “Yo lo haré si tú lo clamas en Mi nombre.” Yo argumenté dos veces más y el momento me pasó. Sentí que había decepcionado al Señor. Me sentí aplastado. Yo sé a esta fecha que si yo tuviera la fe para actuar sobre la revelación que el Señor me dio, algo asombroso hubiera pasado. Hasta esta fecha, todavía me imagino diciéndole al XO después de calmar el mar y el viento en el nombre de Jesucristo, “¡XO, dígale al capitán que tiene 5 horas con el almirante, ni un minuto más!” Pero el momento había pasado. Los otros dos oficiales se alejaron y me quedé solo en la baranda. En mi lamento le dije al Señor que si alguna vez me daba una revelación como esa otra vez, nunca volvería a caer en temor. Una segunda oportunidad Unas 5 horas más tarde, estaba de regreso observando sobre el puente. Para esta hora, habíamos elevado el ancla e íbamos hacia Creta. Una neblina nos había envuelto. Era tan espesa que no podíamos ver ni la proa. Silbatos para neblina sonaban según lo requieren las leyes internacionales e instalamos un hombre con una radio manual arriba en la proa para mantenerse en observación. En el mar, puede tomar millas de océano parar un barco y debido a que los radares pueden fallar, la neblina es una condición peligrosa aun en aguas abiertas. Sin embargo, todo estaba quieto sobre el puente. El cuidadero del estado a bordo, el “helmsman,” el “lee helmsman,” y los compañeros de mantenimiento de botes, ambos

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